Esta reflexión busca visibilizar algunos acontecimientos que vienen ocurriendo en el territorio rural de la región de Puno, en lo fundamental, frente a la presencia de las fuerzas del orden, las medidas sanitarias, la vigilancia y las actividades agropecuarias.
Por Julio Aroquipa*
El Perú no es un país con una tradición histórica monocultural. Cada cultura, cada pueblo, cada territorio configura un horizonte de vida propio y situado, pero no aislado del Estado. En ese contexto, tanto el Estado de Emergencia como el Toque de Queda, fuera de lo urbano –grandes urbes–, deben de aplicarse considerando la vivencia particular de las comunidades y parcialidades campesinas. Esta reflexión busca visibilizar algunos acontecimientos que vienen ocurriendo en el territorio rural de la región de Puno, en lo fundamental, frente a la presencia de las fuerzas del orden, las medidas sanitarias, la vigilancia y las actividades agropecuarias.
En varias zonas se vienen generando algunos conflictos por la presencia de las fuerzas del orden en sus territorios. Algunas familias que viven próximos a las ciudades y a vías de comunicación interdistrital, provincial y regional, se ven afectadas al ser intervenidas por militares y policías cuando salen a realizar labores agrícolas y ganaderas dentro de sus propias parcelas. Es tiempo de cosecha y es una actividad impostergable. El clima no perdona. Ya se aproximan las heladas para deshidratar la papa. Posponer la campaña agrícola tendría severas consecuencias para la economía familiar, que, además, en gran parte es de autoconsumo. Estos aspectos deberían ser considerados por las instituciones del Estado cuando implementan un Estado de Emergencia en situaciones como la crisis actual, para evitar conflictos.
Comunidades y parcialidades aimaras y quechuas se vienen organizando conjuntamente con sus autoridades (alcaldes, presidentes, rondas y tenientes) para acatar el Estado de Emergencia y buscar mecanismos para continuar con la actividad agrícola. A lo largo del territorio puneño, hemos identificado cuatro: primero, se ha decidido trabajar hasta el mediodía, solo con la participación de algunos miembros de la familia –sugerencia de prefectos y autoridades de las fuerzas del orden–; segundo, no hay un horario definido, pero únicamente participa la familia nuclear; tercero, se lleva con normalidad, sin ninguna restricción –en zonas más alejadas–; y cuarto, hubo paralización total, pero se viene retomando paulatinamente durante estos días. En todos los casos, con cierta excepción del tercero, hay dificultades, pues la campaña agrícola es comunitaria y colectiva: necesariamente requiere del ayni y de la mink´a comunal. Otro problema es la ausencia de familiares, pues los jóvenes –por estudios o trabajo– están en las ciudades de la costa sur, y todavía no han retornar por la emergencia.
La producción de toda la comunidad lleva la peor parte en este escenario. En este caso, la actividad agrícola, como la cosecha, el barbecho, entre otros, necesariamente requieren de la participación de todos los parceleros. En algunos lugares por ejemplo, se había programado para después de la primera emergencia, y ahora no se sabe cómo va ser, porque el escenario es incierto. En otras se vienen realizando por turnos, con una participación limitada de comuneros. Las mismas dificultades vienen pasando algunas familias que tienen tierras en dos espacios geográficos (zona baja y alta), cuya producción se encuentra en una de ellas.
A estas alturas del Estado de Emergencia, un buen porcentaje de los distritos de la región Puno, donde buena parte de su población es rural, vienen tomando medidas estrictas de aislamiento territorial, en coordinación entre autoridades estatales (distritales) y comunales. Rondas campesinas y tenientes gobernadores controlan los territorios distritales e interregionales. Policías, rondas, tenientes, policía municipal y personal de salud tienen el control de las vías de acceso a algunos distritos. Hay distritos y centros poblados que vienen colocando montículos de tierra y tranqueras en vías principales y alternas de acceso. En algunas comunidades no desean la presencia de extraños en sus tierras. Pese a estas medidas, no hay quien falte para burlar los controles, sobre todo los policiales. Durante estos días, se reportó dos casos positivos –importados durante el Estado de Emergencia– en un distrito aimara, ubicado en una vía internacional (Puno – La Paz). Por este hecho, se avizora una mayor presencia de militares y policías en la zona.
Las medidas de aislamiento antes mencionadas no son cierres extremos. En la mayoría de lugares está permitido el ingreso y la salida de transporte de carga de alimentos, como también del personal de salud y bancario. Muchos distritos de Puno, en coordinación con sus comunidades, han dispuesto flotas de camiones para enviar productos a sus residentes en otras regiones y para la venta. De diversas ciudades salen vehículos con productos andinos y retornan con otros que no produce la región. Este intercambio de productos que se visibiliza en estos tiempos de crisis, no es reciente ni novedoso, es ancestral de tiempos precolombinos (aprovechamiento de pisos ecológicos).
Con respecto a las medidas preventivas de salud para evitar la propagación de la pandemia en la zona rural, hay limitaciones para su implementación, debido principalmente a factores culturales. El saludo, la alimentación, el aseo y la higiene tienen otro sentido en las culturas andinas. Otro problema es el acceso limitado al agua potable. Pese a los esfuerzos en la realización de campañas de sensibilización en aimara y quechua, su puesta en práctica no es tan fácil, sobre todo para los adultos.
Concluimos este reporte mencionando que las comunidades andinas de por sí ya se encuentran aisladas, pero no completamente desvinculadas de lo urbano. En la zona rural, toda actividad concluye a las 5 o 6 de la tarde. Lo mismo sucede en la mayoría de las ciudades (distritos y centros poblados). Las familias rurales asisten a las ferias distritales una vez a la semana y por lo general el comercio se realiza a campo abierto. Es inexistente el mercado tal cual conocemos en las grandes urbes.
“La chacra se debe recoger”, “la producción es buena y no se puede perder”, “cómo van a prohibir la cosecha”, son frases comunes en la población rural que resumen lo que viene sucediendo estos días.
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